Habiendo leído algunos extractos de ambos autores, y teniendo en cuenta los títulos de sus obras, creía tener una idea de lo que vendría al leer "Dios y el Etado" y "El cristianismo presentado no como una doctrina mística, sino como una nueva moral". Y no me equivoqué (tanto). Todo lo que he leído se adapta en cierta manera a lo que imaginé. Pero, sin desmerecer el resto de las ideas que son también muy interesantes, hay algo que me sorprendió.
El hecho de observar que dos autores que en algunas ideas parecen tan opuestos, tan lejanos, cuando nos concentramos en lo que esencialmente dicen, nos encontramos con ideas muy similares. Mientras un mensaje ataca con fuerza a "Dios", otro con la misma fuerza lo defiende. Uno que ataca el concepto de iglesia, otro que lo ocupa intentando no vincularlo a la hipocresía, la intolerancia y el poder del Catolicismo. Pero al final, si dejamos lo absurdo de lado, logramos notar lo que importa.
Lo esencial muchas veces es invisible a los ojos. Otras veces sólo basta con no cerrarnos, y concentrarnos. Simplemente concentrarnos.
Extracto de "Dios y el Estado" de Mijail Bakunin
Resumo. Nosotros reconocemos, pues, la autoridad absoluta de la ciencia, porque la ciencia no tiene otro objeto que la reproducción mental, reflexiva y todo lo sistemática que sea posible, de las leyes naturales inherentes a la vida tanto material como intelectual y moral del mundo físico y del mundo social; esos dos mundos no constituyen en realidad más que un solo y mismo mundo natural. Fuera de esa autoridad, la única legítima, porque es racional y está conforme a la naturaleza humana, declaramos que todas las demás son mentirosas, arbitrarias, despóticas y funestas.
Reconocemos la autoridad absoluta de la ciencia, pero rechazamos la infabilidad y la universalidad de los representantes de la ciencia. En nuestra iglesia -séame permitido servirme un momento de esta expresión que por otra parte detesto; la iglesia y el Estado mis dos bestias negras-, en nuestra iglesia, como en la iglesia protestante, nosotros tenemos un jefe, un Cristo invisible, la ciencia; y como los protestantes, consecuentes aún que los protestantes, no quieren sufrir ni papas ni concilios, ni cónclaves de cardenales infalibles, ni obispos, ni siquiera sacerdotes, nuestro Cristo se distingue del Cristo protestante y cristiano en que este último es un ser personal, y el nuestro es impersonal; el Cristo cristiano, realizado ya en un pasado eterno, se presenta como un ser perfecto, mientras que la realización y el perfeccionamiento de nuestro Cristo, de la ciencia, están siempre en el porvenir, lo que equivale a decir que no se realizarán jamás.
No reconociendo la autoridad absoluta más que ciencia absoluta, no comprometemos de ningún momento nuestra libertad. Entiendo por las palabras “ciencia absoluta”, la única verdaderamente universal que reproduciría idealmente el universo, en toda su extensión y en todos sus detalles infinitos, el sistema o la coordinación de todas las leyes naturales que se manifiestan en el desenvolvimiento incesante de los mundos. Es evidente que esta ciencia, objeto sublime de todos los esfuerzos del espíritu humano, no se realizará nunca en su plenitud absoluta. Nuestro Cristo quedará, pues, eternamente inacabado, lo cual debe rebajar mucho el orgullo de sus presentantes patentados entre nosotros. Contra ese Dios hijo, en nombre del cual pretenderían imponernos autoridad insolente y pedantesca, apelaremos al Dios padre, que es el mundo real, la vida real de lo cual El no es más que una expresión demasiado imperfecta y de quien nosotros somos los representantes inmediatos, los seres reales, que viven, trabajan, combaten, aman, aspiran, gozan y sufren.
Extracto de "El reino de Dios está dentro de vosotros" - o - "El cristianismo presentado no como una doctrina mística sino como una nueva moral" de León Tolstoi
Uno de estos malentendidos es que la doctrina cristiana sea irrealizable; por eso, o ella no es de hecho obligatoria, es decir, no debe servir de guía, o entonces debe modificarse, atenuada hasta el límite en que su obediencia sea posible dentro de nuestra orden. El segundo malentendido consiste en que esta doctrina, que manda amar y servir a Dios, apenas es clara, mística, y no tiene un objetivo definido de amor; y, por lo tanto, debe ser sustituida por una doctrina más exacta y más comprensible de amar y servir a la humanidad.
El primer malentendido, en cuánto a la imposibilidad de practicar la doctrina cristiana, viene del hecho que los hombres seguidores del concepto social de la vida, no comprendiendo el motivo que guía a los que siguen la doctrina cristiana y, considerando la indicación de la perfección como una regla de vida, piensan y dicen que les es imposible seguir la doctrina de Cristo, porque la ejecución completa de las exigencias de esta doctrina destruiría la vida. "Si un hombre cumpliera lo que predica Cristo, éste destruiría su vida; y si todos los hombres lo cumplieran, toda la especie humana dejaría de existir", dicen ellos.
"No os preocupéis por el mañana, por lo que comeréis, ni por lo que beberéis, ni con lo que os vestiréis" - dice Cristo. Sin defender la propia vida, sin resistir al mal con la violencia, dando la propia vida por el prójimo y guardando la castidad absoluta, el hombre y la humanidad no podrían existir, piensan y dicen ellos.
Y tienen absoluta razón, si consideran las indicaciones de perfección dadas por la doctrina de Cristo como reglas que cada uno debe respetar, así como, en la doctrina social, cada uno debe cumplir las reglas de pago de los impuestos, de participación en la justicia etc.
El malentendido consiste exactamente en esto: que la doctrina de Cristo dirige a los hombres con un medio que no a las doctrinas fundamentadas en el concepto de la vida inferior. Las doctrinas sociales se dirigen solamente con reglas y con leyes, a las cuales es preciso someterse exactamente. La doctrina de Cristo guía a los hombres mostrándoles la infinita perfección del Padre celeste, perfección a la que cada hombre puede aspirar libremente, independiente del grado de imperfección en que él se encuentre.
El malentendido de los hombres que juzgan la doctrina cristiana desde el punto de vista social consiste en que, suponiendo que la perfección indicada por Cristo pueda ser totalmente alcanzada, ellos se preguntan (cómo se preguntan, suponiendo que las leyes sociales sean observadas): "¿qué acontecerá cuando esto ocurra?" Esta suposición es falsa, porque la perfección indicada a los cristianos es infinita y nunca podrá alcanzarse. Cristo presenta su doctrina, sabiendo que la perfección absoluta nunca será alcanzada, pero que la tendencia a esta perfección absoluta e infinita aumentará continuamente la felicidad de los hombres, y que, en consecuencia, esta felicidad podrá ser indefinidamente aumentada.
Cristo enseña, no a los ángeles, sino a los hombres que se mueven y viven una vida animal. A esta fuerza animal del movimiento, Cristo aplica, por así decirlo, una nueva fuerza - la conciencia de la perfección divina - y así dirige el camino de la vida sobre la resultante de estas dos fuerzas.