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domingo, diciembre 04, 2011
A Roque Dalton
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viernes, septiembre 16, 2011
Subcomandante Marcos - Otra Geografía
El proyecto de mundo del neoliberalismo no es más que una reedición de la torre de Babel. Según el relato del Génesis, empeñados en alcanzar las alturas, los hombres consensan un proyecto descomunal: construir una torre tan alta que alcance el cielo. El dios de los cristianos castiga su soberbia con la diversidad. Hablando lenguas diferentes, los hombres no pueden continuar con la edificación y se dispersan.
El neoliberalismo intenta la misma edificación, pero no para alcanzar un cielo improbable, sino para librarse de una buena vez de la diversidad, a la que considera una maldición, y para asegurar al poder el nunca de dejar de serlo. El anhelo de eternidad surge en los inicios de la historia escrita con quienes son poder.
Pero la torre de Babel neoliberal no se emprende sólo en el sentido de conseguir la homogeneidad necesaria para su construcción. La igualdad que destruye a la heterogeneidad es igualdad con un modelo. "Seamos iguales a esto", nos dice la nueva religión del dinero. Los hombres no se parecen a sí mismos, ni unos a otros, sino a un esquema que es impuesto por quien es el que hegemoniza, el que manda, el que está arriba de esa torre que es el mundo moderno. Abajo están todos los diferentes. Y la única igualdad que hay en los pisos inferiores es la de renunciar a ser diferentes u optar por serlo en forma vergonzante.
El nuevo dios del dinero repite la maldición primigenia pero a la inversa: sea condenado el diferente, el otro. En el papel del infierno: la cárcel y el cementerio. Al boom de las ganancias de las grandes empresas trasnacionales, lo acompaña la proliferación de prisiones y camposantos.
En la nueva torre de Babel la tarea común es la pleitesía al que manda. Y quien manda lo hace sólo porque suple la falta de razón con exceso de fuerza. El mandato es que todos los colores se maquillen y muestren el deslucido color del dinero, o que vistan su policromía sólo en la oscuridad de la vergüenza. El maquillaje o el clóset. Lo mismo para homosexuales, lesbianas, migrantes, musulmanes, indígenas, gente "de color", hombres, mujeres, jóvenes, ancianos, inadaptados y todos los nombres que toman los otros en cualquier parte del mundo.
Este es el proyecto de la globalización: hacer del planeta una nueva torre de Babel. En todos los sentidos. Homogénea en su forma de pensar, en su cultura, en su patrón. Hegemonizada por quien tiene no la razón sino la fuerza.
Si en la torre de Babel de la prehistoria la unanimidad era posible por la palabra común (el mismo idioma), en la historia neoliberal el consenso se obtiene con los argumentos de la fuerza, las amenazas, las arbitrariedades, la guerra.
Puesto que vivir en el mundo es hacerlo en contigüidad con el diferente, las opciones que tenemos son entre ser dominante o dominado. Para lo primero el cupo está lleno y la membresía es hereditaria. En cambio, para ser dominado siempre hay vacantes y el único requisito es renegar de la diferencia o esconderla.
Pero hay diferentes que se niegan a dejar de serlo. Para quienes viven en la torre y no están en la cúspide, existen formas de enfrentar a esos "inadaptados": la condena o la indiferencia, el cinismo o la hipocresía. En las leyes de la torre neoliberal la posibilidad de reconocer la diferencia está penada. El único camino permitido es la sumisión de esa diferencia.
En la época moderna el Estado nacional es un castillo de naipes frente al viento neoliberal. Las clases políticas locales juegan a que son soberanas en la decisión de la forma y altura de la construcción, pero el poder económico hace tiempo que dejó de interesarse en ese juego y deja que los políticos locales y sus seguidores se diviertan... con una baraja que no les pertenece. Después de todo, la construcción que interesa es la de la nueva torre de Babel, y mientras no falten materias primas para su construcción (es decir, territorios destruidos y repoblados con la muerte), los capataces y comisarios de las políticas nacionales pueden continuar con el espectáculo (por cierto el más caro del mundo y el de menor asistencia).
En la nueva torre, la arquitectura es la guerra al diferente, las piedras son nuestros huesos y la argamasa es nuestra sangre. El gran asesino se esconde detrás del gran arquitecto (que si no se autonombra "Dios" es porque no quiere pecar de falsa modestia).
En el relato bíblico, el dios cristiano castiga la soberbia de los hombres con la diversidad. En la historia moderna del poder, dios no es más que el agente de relaciones públicas de la guerra (que sólo puede llamarse moderna por el número de muertes y la cuota de destrucción que cobra por minuto).
II.- La geografía de las palabras
Si la prehistoria terminó hace tres años o hace 20 siglos no parece importar mucho. Allá arriba, quienes son el poder y el destino, se empeñan en convencernos de que la historia se repite, a pesar de lo que digan los calendarios. La aniquiliación del diferente es moda siempre actualizada. Y, aunque en esencia, nada hay de diferente entre las catapultas del Imperio romano y las "bombas inteligentes" de Bush, ahora el avance tecnológico funciona como el nuevo capellán de las tropas de ocupación (pinta de bondad lo que no deja de ser un crimen a distancia) y el escenógrafo espectacular (los bombardeos por televisión se convierten en un entretenimiento de piroctenia "fascinante" -CNN dixit-).
Sin importar si nos damos cuenta o no, el poder construye e impone una nueva geografía de las palabras. Los nombres son los mismos, pero ha cambiado lo nombrado.
Así, el error es doctrina política y el acierto es herejía. El diferente es ahora el contrario, el otro es el enemigo. La democracia es la unanimidad en la obediencia. La libertad es sólo la libertad para elegir la forma de esconder nuestra diferencia. La paz es el sometimiento pasivo. Y la guerra es ahora un método pedagógico para enseñar geografía.
Si un estadista no puede ser recordado por su obra humanitaria, entonces que sea recordado por su obra criminal. Y así, la historia del poder se repite: los "próceres" de ayer hoy visten todas sus bajezas y rencores. Los "iluminados de Dios" de hoy, serán los herejes de mañana.
Las palabras cambian y también las imágenes. Antes, en la geografía de las estatuas, el dogma se hacía piedra para honrar a sus fanáticos. Hoy es en las portadas de las revistas, periódicos y noticieros televisivos y radiales, que el dogma guarda memoria de sí mismo en las hemerotecas, y se asegura de servir de coartada para los continuadores de las pesadillas fundamentalistas.
En la moderna teoría del Estado, los seres humanos nacen diferentes. Su incorporación a la sociedad consiste en un proceso de educación que sería la envidia del reformatorio más cruel. El esfuerzo de todo el aparato de Estado se dirige a "igualar" a ese ser humano, es decir, a homogeneizarlo bajo una hegemonía: la del que manda. El grado de éxito social, entonces, se mide según se acerque o se aleje de un modelo. La homogeneidad no es que todos seamos iguales, sino que todos tratemos de ser iguales a ese modelo. Y el modelo es aquel que se construye por quien es poder. La hegemonía no es sólo que uno mande, sino, además, que todos nos esforcemos por obedecerlo.
Ahí está la homogeneidad, no todos tenemos las mismas riquezas (y ni hablar de que unos pocos las tienen a costa de otros muchos) ni las mismas oportunidades, pero sí tenemos el mismo amo y la misma voluntad de obedecerlo (que es otra forma de decir "servirlo").
Cuando se nos hace el símil de la sociedad con la familia y se nos dice que debe haber reglas para la convivencia, se "olvida" que el problema son "esas" determinadas reglas. Ahí, las palabras cambian su geografía, no dicen ya lo que dicen, sino lo que quieren ellos, los que son poder, que digan.
En algún momento de la historiaIII.- La geografía del poder
En la geografía del poder uno no nace en una parte del mundo, sino con posibilidades o no de dominar cualquier parte del planeta. Si antes el argumento de superioridad era la pertenencia a la raza, ahora es la geografía. Quienes habitan el norte no lo hacen en el norte geográfico, sino en el norte social, es decir, están arriba. Quienes viven en el sur, están abajo. La geografía se ha simplificado: hay un arriba y un abajo. El lugar de arriba es angosto y caben unos cuantos. El de abajo es tan amplio que abarca cualquier lugar del planeta y tiene lugar para toda la humanidad.
En la moderna torre de Babel una sociedad se dice superior si conquista a otras, no si tiene más adelantos científicos, culturales, artísticos, mejores condiciones de vida, mejor convivencia.
En la época moderna, el poder lleva a cabo guerras múltiples de conquista. Y no me refiero a "múltiples" en el sentido de "muchas", sino en el sentido de "en muchas partes y de muchas formas". Así, las guerras mundiales hoy son más mundiales que nunca. Pues si el vencedor sigue siendo uno, los vencidos son muchos y en todas partes.
Con el argumento de las bombas se adjudican los espacios: quienes las arrojan están en el norte, en el "arriba" de la torre: quienes las reciben, están abajo, en el sur.
Pero no son las bombas las que modifican la geografía. Las bombas cambian el reparto de la geografía, su dominio. Así, en ese espacio limitado por puntos y rayas, ahora domina uno, mañana domina otro. Es lo que se llama "geopolítica". En realidad los mapas geográficos no señalan riquezas naturales, personas, culturas, historias, sino quién o quiénes son los dueños de ellas.
Para el poderoso, la humanidad entera es un niño que puede ser dócil o rebelde. Las bombas le recuerdan al infante humano la conveniencia de ser uno y la inconveniencia de ser otro.
Hoy, los civiles en Irak, hombres, niños, mujeres y ancianos, de pronto tienen algo en común con el próspero empresario norteamericano. Este fabrica los misiles crucero, aquellos los reciben. Los ejércitos de Estados Unidos y Gran Bretaña son sólo los amables carteros que unen dos puntos tan lejanos geográficamente. Así que lo que debemos agradecer a personas como Bush, Blair y Aznar es el que se hayan tomado la molestia de haber nacido en nuestra época. Sin personas como ellos, sería impensable la geografía moderna.
Pero esa guerra no es contra Irak, o no sólo contra Irak. Es contra todo intento, presente o futuro, de desobedecer. Es una guerra contra la rebeldía, es decir, contra la humanidad. Es una guerra mundial en sus efectos y, sobre todo, en el NO que provocan.
IV. El destino de Polifemo
La guerra del eje tragicómico Bush-Blair-Aznar y sus tramoyistas en las "democracias" occidentales, tuvo ya su primer fracaso. Intentó convencernos de que Irak está en Medio Oriente, y no. Como lo dice cualquier libro de geografía que se respete, Irak está en Europa, en la Unión Americana, en Oceanía, en América Latina, en las montañas del sureste mexicano, y en ese "No" mundial y rebelde que pinta un nuevo mapa donde la dignidad y la vergüenza son casa y bandera.
Las movilizaciones en todo el planeta comprueban, entre otras cosas, que esta es una guerra contra la humanidad.
Si alguien ha entendido bien que Irak está hoy en cualquier parte del planeta son los jóvenes. Cuando otros miran un mapa y se consuelan midiendo los miles de kilómetros que separan Bagdad de los lugares propios, los jóvenes han comprendido que esas bombas (las explosivas y las de desinformación) no sólo quieren destruir territorio iraquí, sino el derecho a ser diferente.
Y cuando un joven pinta un "No" en un cartel, en un graffitti, en un cuaderno, en una voz, no sólo está diciendo "No a la guerra en Irak", también está diciendo "No a la nueva torre de Babel", "No a la homegeneidad", "No a la hegemonía". Porque los jóvenes rebeldes usan el "No" como pincel, y con él en la mano y en la mirada pintan y adivinan otra geografía.
Como el cíclope de la literatura griega, Polifemo, el poder hace del odio al diferente su único ojo. Es en verdad muy fuerte y parece invencible. Pero, también como a Polifemo, al poder un fantasma llamado "Nadie" le lanza el desafío.
Porque, cuando el poderoso se refiere a los otros, con desprecio los llama "nadie". Y "nadie" es la mayoría de este planeta. Si el dinero quiere reconstruir el mundo como una torre que satisfaga su soberbia, el "nadie" que hace andar la rueda de la historia quiere también otro mundo, pero uno redondo, que incluya a todas las diferencias con dignidad, es decir, con respeto. No es al cielo al que aspira la humanidad, sino a la tierra.
Y así "nadie" erosiona los cimientos de la nueva torre de Babel.
Porque la tierra es redonda para que ruede.
En el mundo que está por hacerse, a diferencia de éste y los anteriores, cuya hechura se adjudica a dioses varios, cuando alguien pregunte "Ƒquién hizo este mundo?", la respuesta será: "nadie".
Y para adivinar ese mundo y empezar a construirlo es necesario ver muy lejos en la geografía del tiempo. Quien está arriba es de mira corta y se equivoca cuando confunde a un espejo con un largavistas. Quien está bajo, "nadie", ni siquiera se para en las puntas de los pies para adivinar lo que sigue.
Porque el largavistas del rebelde ni siquiera sirve para ver unos pasos adelante. No es más que un calidoscopio donde las figuras y los colores, cómplices unas y otros con la luz, no son herramientas de profeta, sino una intuición: el mundo, la historia, la vida, tendrán formas y modos que no conocemos aún, pero deseamos. Con su calidoscopio, el rebelde ve más lejos que el poderoso con su largavista digital: ve el mañana.
Los rebeldes caminan la noche de la historia, sí, pero para llegar al mañana. La sombras no los inhiben para hacer algo ahora y en el aquí de su geografía.
Los rebeldes no tratan de enmendar la plana o rescribir la historia para que cambien las palabras y la repartición de la geografía, simplemente buscan un mapa nuevo donde haya espacio para todas las palabras.
Un mapa donde la diferencia entre las formas de decir "vida" no esté en la boca de quien las dice, sino en la totalidad con las que se pronuncian.
Porque la música no se compone de una sola nota, sino de muchas, y el baile no es sólo un paso repetido hasta el hastío.
Así, la paz no será sino un concierto abierto de palabras y muchas miradas en otra geografía...
Desde el Irak de las montañas
del sureste mexicano, y viendo el cielo ensombrecerse con los aviones
y helicópteros militares
de la Operación Centinela.
Subcomandante Insurgente Marcos.
México, marzo de 2003.
domingo, agosto 28, 2011
El libro de Manuel (fragmento) - Julio Cortázar
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martes, agosto 16, 2011
Tú dices terror
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sábado, junio 18, 2011
Gabriel Salazar, Alfredo Jocelyn-Holt y Rolf Lüders - Mercaderes, Empresarios y Capitalistas
"La historia social no es una ciencia pura, en el sentido de que hay una sola dimensión, lo social, que excluye lo económico, que excluye lo político, que excluye lo cultural. Es multidimensional. Por eso no creo en el análisis economista puro, que excluye lo subjetivo, lo intersubjetivo, la estupidez humana. (....) Hay una dimensión ahí, social, subjetiva, cultural, que no podemos eludir." (Gabriel Salazar)
sábado, mayo 21, 2011
Wilhelm Reich - La función social de la represión sexual
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lunes, mayo 02, 2011
Paul Bowles
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Al no saber cuándo moriremos, pensamos que la vida es inagotable. Pero todo ocurre sólo un cierto número de veces. Y son muy pocas. ¿Cuántas veces más recordará una cierta tarde de su infancia? Una tarde tan arraigada en su ser que no puede concebir su vida sin ella. Quizá tres o cuatro. Quizá menos. ¿Cuántas veces contemplará la luna llena? Veinte quizá. Sin embargo, nada parece tener límite. (Paul Bowles)
sábado, abril 23, 2011
De la reflexión crítica, individu@s y colectiv@s. (Carta Segunda a Luis Villoro en el Intercambio Epistolar sobre Ética y Política)
Abril del 2011.
(SupMarcos. Instrucciones para mi muerte II)
I.- LA PROSA DE LA CALAVERA.
Don Luis:
Salud y saludos maestro. Esperamos de veras que se encuentre mejor de salud y que la palabra sea como esos remedios caseros que alivian aunque nadie sabe cómo.
Cuando inicio estas líneas, el dolor y la rabia de Javier Sicilia (lejano a la distancia pero cercano en ideales desde antaño) se hacen eco que reverbera en nuestras montañas. Es de esperar y de esperanza que su legendaria tenacidad, así como ahora convoca nuestra palabra y acción, alcance a agrupar las rabias y dolores que se multiplican en suelos mexicanos.
De Don Javier Sicilia recordamos sus críticas irreductibles pero fraternas al sistema de educación autónoma en las comunidades indígenas zapatistas y su terquedad al recordar periódicamente, al finalizar su columna semanal en la revista mexicana PROCESO, el pendiente del cumplimiento de los Acuerdos de San Andrés.
La tragedia colectiva de una guerra insensata, concretada en la tragedia particular que lo hirió, ha colocado a Don Javier en una situación difícil y delicada. Muchos son los dolores que esperan encontrar eco y volumen en sus reclamos de justicia, y no son pocas las inquietudes que esperan que su voz acuerpe, que no dirija, las ignoradas voces de indignación.
Y también ocurre que en torno a su figura agigantada por el digno dolor, acechen los buitres carroñeros de la política de arriba, para quienes una muerte vale sólo si suma o resta en sus proyectos individuales y de grupúsculos, aunque se escondan detrás de una representatividad.
¿Un nuevo asesinato se hace visible? Pues entonces hay que ver cómo afecta eso la pueril contabilidad electoral. Para allá arriba importan las muertes si pueden incidir en la agenda electoral. Si no se pueden capitalizar en encuestas y tendencias de preferencia electoral, entonces vuelven a la lúgubre cuenta donde las muertes ya no importan, aunque sean decenas de miles, porque vuelven a ser un asunto individual.
Ignoro, al momento de escribirle estas palabras, los pasos que sigue ese dolor que convoca. Pero su reclamo de justicia, y todos los que en él se sintetizan, merecen nuestro respeto y apoyo, aún con nuestro pequeño ser y nuestras grandes limitaciones.
En el ir y venir de las noticias sobre ese suceso, se recuerda que Don Javier Sicilia es poeta. Tal vez por eso su persistente dignidad.
En su muy particular estilo de ver y explicar el mundo, el Viejo Antonio, ese indígena que fue maestro y guía de todos nosotros, decía que había personas que eran capaces de ver realidades que aún no existían y que, como no existían tampoco las palabras para describir esas realidades, entonces tenían que trabajar con las palabras ya existentes y acomodarlas de un modo extraño, en parte canto y en parte profecía.
El Viejo Antonio hablaba de la poesía y de quienes la hacen. (yo agregaría a quienes la traducen, porque l@s traductor@s de la poesía que habla lenguas lejanas también deben ser un mucho hacedor@s de poesía).
Los poetas, las poetisas, ¿ven más lejos o ven de otro modo? No lo sé, pero buscando algo que, dicho en el pasado, hablara del presente que nos duele y del futuro incierto, encontré este escrito de José Emilio Pacheco que me mandó hace tiempo un mi hermano mayor y que viene al pelo para que nadie entienda:
Como Ulises me llamo Nadie. Como el demonio de los Evangelios mi nombre es Legión. Soy tú porque eres yo. O serás porque fui. Tú y yo. Nosotros dos. Vosotros, los otros, los innumerables ustedes que se resuelven en mí.
(…)
Después fui, al punto de convertirme en lugar común, símbolo de la sabiduría. Porque lo más sabio es también lo más obvio. Como nadie quiere verlo de frente nunca estará de sobra repetirlo: No somos ciudadanos de este mundo sino pasajeros en tránsito por la tierra prodigiosa e intolerable.
Si la carne es hierba y nace para ser cortada, soy a tu cuerpo lo que el árbol a la pradera: no invulnerable, tampoco perdurable, sí material más empecinado o resistente.
Cuando tú y todos los nacidos en el hueco del tiempo que te fue dado en préstamo acaben de representar su papel en este drama, esta farsa, esta trágica y bufa comedia, yo permaneceré por largos años: descarnada desencarnada.
Serena mueca, secreto rostro que te niegas a ver (arráncate la máscara: en mí hallarás tu verdadera cara), aunque lo sabes íntimo y tuyo y siempre va contigo.
Y lleva adentro, en fugaces células que a cada instante mueren por millones, todo lo que eres: tu pensamiento, tu memoria, tus palabras, tus ambiciones, tus deseos, tus miedos, tus miradas que a golpes de luz erigen la apariencia del mundo, tu alejamiento o entendimiento de lo que realmente llamamos realidad.
Lo que te eleva por encima de tus olvidados semejantes, los animales, y lo que te sitúa por debajo de ellos: la señal de Caín, el odio a tu especie, tu capacidad bicéfala de hacer y destruir, hormiga y carcoma.
(…)
Porque voy con ustedes a todas partes. Siempre con él, con ella, contigo, esperando sin protestar, esperando. De los ejércitos de mis semejantes se ha forjado la historia. De la pulverización de mis añicos está amasada la tierra.
(…)
Así, quién lo diría, yo -máscara de la muerte- soy la más profunda entre tus señales de vida, tu huella final, tu última ofrenda de basura al planeta que ya no cabe en sí mismo de tantos muertos. Si bien sólo perduraré por breve tiempo, de todos modos muy superior al que te concedieron.
(…)
Toda belleza y toda inteligencia descansan en mí, y me repudias. Me ves como señal del miedo a los muertos que se resisten a estar muertos, o a la muerte llana y simple: tu muerte. Porque sólo puedo salir a flote con tu naufragio. Sólo cuando has tocado fondo aparezco.
Pero a cierta edad me insinúo en los surcos que me dibujan, en los cabellos que comparten mi gastada blancura. Yo, tu verdadera cara, tu apariencia última, tu rostro final que te hace Nadie y te vuelve Legión, hoy te ofrezco un espejo y te digo: Contémplate.
(José Emilio Pacheco, “Prosa de la calavera”, en “Fin de siglo y otros poemas”, México, Fondo de Cultura Económica / Secretaría de Educación Pública, Lecturas Mexicanas No. 44, 1984, pp. 114-117)
II.- LA PERTINENCIA DE LA REFLEXIÓN CRÍTICA.
Bertold Brecht.
La guerra de arriba sigue, y su paso de destrucción pretende también que todos empecemos a aceptar ese horror cotidiano como si fuera algo natural, algo imposible de cambiar. Como si la confusión reinante fuera premeditada y pretendiera democratizar una resignación que inmoviliza, que conforma, que derrota, que rinde.
En tiempos en que se organiza la confusión y se ejerce conscientemente la arbitrariedad, es preciso hacer algo.
Y un algo es tratar de desorganizar esa confusión con la reflexión crítica.
Como podrá ver en las misivas que le adjunto, Don Luis, se han sumado a este intercambio de reflexiones sobre la Ética y la Política, Carlos Antonio Aguirre Rojas, Raúl Zibechi, Sergio Rodríguez Lascano y Gustavo Esteva. Esperamos que más pensamientos se vayan agregando a este espacio.
Quisiera tocar en esta segunda carta nuestra, algunos de los puntos que toca usted en su respuesta y que, directa o indirectamente, también señalan nuestros corresponsales que lanzan sus ideas desde la Ciudad de México, Oaxaca y el Uruguay.
Todos abordan, con sus particularidades, es decir, en su calendario y su geografía propios, este asunto de la reflexión crítica. Estoy seguro que ninguno de nosotros (usted, ellos, nosotros) pretendemos que se establezcan verdades inamovibles. Nuestro propósito es arrojar piedras, bueno, ideas, al estanque aparentemente tranquilo del quehacer teórico actual.
El símil que uso de la piedra va más allá de la retórica de una superficie momentáneamente agitada por la piedra. Se trata de llegar al fondo. De no conformarse con lo evidente, sino atravesar con irreverencia el estanco estanque de las ideas y llegar al fondo, abajo.
En la época actual la reflexión crítica está aparentemente estancada. Y digo aparentemente si es que uno se atiene a lo que en los medios impresos y electrónicos se presenta como reflexión teórica. Y no se trata sólo de que lo urgente haya desplazado a lo importante, en este caso, los tiempos electorales a la destrucción del tejido social.
Se dice, por ejemplo, que el año que nos preocupa, el 2011, es un año electoral. Bueno, también lo fueron todos los años anteriores. Es más, la única fecha que no es electoral en el calendario de arriba es… el día de las elecciones.
Pero ya se ve que la inmediatez difícilmente puede diferenciar lo que pasó ayer de lo que pasó hace 17 años.
Salvo las “molestas” interrupciones de catástrofes naturales y humanas (porque los crímenes cotidianos de esta guerra son una catástrofe), los teóricos de arriba, o los pensadores de lo inmediato, vuelven una y otra vez sobre el tema electoral… o hacen malabarismos para ligar cualquier cosa al tema electoral.
La teoría chatarra, como la comida ídem, no nutre, sólo entretiene. Y de eso parece tratarse si nos atenemos a lo que aparece en la gran mayoría de los diarios y revistas, así como en los paneles de “especialistas” de los medios electrónicos de nuestro país.
Cuando estos expendedores de teoría chatarra miran hacia otras partes del Mundo y deducen que las movilizaciones que derrocan gobiernos son productos de celulares y redes sociales, y no de organización, capacidad de movilización y poder de convocatoria, expresan, a más de una ignorancia supina, el deseo inconfeso de conseguir, sin esfuerzo, su lugar en “LA HISTORIA”. “Twittea y ganarás los cielos” es su moderno credo.
Y, al igual que los “productos milagro”, estos exaltadores del Alzheimer teórico y político, promueven soluciones fáciles para el caos social actual.
A nadie se le ocurre que, tal y como lo presenta la publicidad, si usa tal loción para caballero o tal perfume para dama se verá instantáneamente en Francia, al pie de la Torre Eiffel, o en los bares del Londres de arriba.
Pero, al igual que los productos milagros que prometen bajar de peso sin hacer ejercicio y atascándose de comida, y hay personas que lo creen, también hay quien cree que se puede tener libertad, justicia y democracia con sólo tachar una boleta a favor de la permanencia del Partido Acción Nacional, del arribo del Partido de la Revolución Democrática o del regreso del Partido Revolucionario Institucional.
Cuando esta gente sentencia que sólo hay una opción, la vía electoral o la vía armada, no sólo demuestra su falta de imaginación y de conocimiento de la historia nacional y mundial. También, y sobre todo, vuelve a tejer la trampa que sirvió de argumento para la intolerancia y la exigencia de una unanimidad fascista y retrógrada para uno u otro lado del espectro político.
“Brillante” análisis éste que se plantea la urgencia de definiciones… frente a las opciones que imponen los de arriba.
Pero de las falsas opciones alerta muy bien Gustavo Esteva en su texto, y creo que da para un tema especial de este intercambio a la distancia.
En lugar de tratar de imponer sus endebles axiomas, podrían optar por debatir, por argumentar, por tratar de convencer. Pero no. Se trató y se trata de imponer.
Creo sinceramente que no les interesa debatir en serio. Y no sólo porque no tienen argumentos de peso (hasta ahora todo es un listado de buenas intenciones e ingenuidades que rayan en lo patético, donde el Partido Acción Nacional demuestra que el “modo Fox” no es un caso aislado sino toda una escuela de dirigentes en ese partido, donde el Partido Revolucionario Institucional predica el autismo frente a la historia propia, donde el vario pinto de la autodenominada izquierda institucional pretende convencer con consignas a falta de argumentos), sino porque no se trata de cambiar nada de fondo.
Es hasta cómico ver cómo se hacen malabares para encantar a las masas (sí, las desprecian pero las necesitan) y al mismo tiempo cortejar sin rubor al poder económico.
De lo que se trata, para ellos, es precisamente de maniobrar en el estrecho margen de los escombros del Estado Nacional en México para tratar de exorcizar una crisis que, cuando reviente, habrá de barrer también con ellos, es decir, con la clase política en su conjunto. En suma: para ellos es una cuestión de supervivencia individual.
La vocación de soplones, delatores y gendarmes le sienta bien a esta chatarra teórica que alentó la histeria intelectual y artística, primero en contra del movimiento estudiantil de 1999-2000 y su Consejo General de Huelga, y después contra todo lo que no aceptara las directivas de esta gavilla de policías del pensamiento y la acción.
Se trata de establecer una diferenciación que es más bien un exorcismo: están ellos, los bien portados, es decir, los civilizados, y están los otros, los bárbaros.
En su endeble tinglado teórico están, por un lado (y arriba), l@s individu@s brillantes, sapientes, mesurados, prudentes; y por el otro lado (y abajo) está la masa oscura, ignorante, arrebatada y provocadora.
Del lado de allá: los prudentes y maduros usurpadores de la representatividad de las mayorías.
Del lado de acá: las minorías violentas representándose sólo a ellas mismas.
Pero supongamos que les interesa debatir y convencer.
Discutamos, por ejemplo, las reales consecuencia del proyecto transexenal de Acción Nacional de cambiar una conocida estrofa del Himno Nacional mexicano y en su lugar poner “Piensa, ¡Oh Patria Querida!, que el cielo una víctima colateral en cada hijo te dio” y frente al cual ninguno de los otros partidos ha planteado una alternativa puntual y firme.
O las supuestas bondades del regreso del Revolucionario Institucional y el consecuente refrendo de toda una cultura de corrupción y crimen que empapó al conjunto de la clase política de México.
O las posibilidades reales del proyecto de dar marcha atrás a la rueda de la historia y volver al Estado Benefactor que es la propuesta de la aún endeble coalición de oposición.
Todos, además de detestar la reflexión teórica (claro, la que no sea una púber autocomplacencia), se plantean un imposible: mantener, rescatar o regenerar los escombros de un Estado Nacional que dio a luz y acuerpó al sistema de partidos de Estado. Ése que encontró en el Partido Revolucionario Institucional su mejor espejo y frente al cual toda la clase política de arriba hoy se esmera en acicalarse.
¿O no se han dado cuenta de hasta qué punto están destruidas las bases de ese Estado? ¿Cómo mantener, rescatar o renovar un cadáver? Y aún así, hace tiempo que la clase política y analistas que la acompañan se esmeran en vano en embalsamar las ruinas.
Pero se entiende, la ignorancia no es condenable. Claro, a menos que se vista de sabiduría.
No es posible, decimos nosotros, plantearse cualquier tipo de solución al desastre del Estado Nacional sin tocar al sistema responsable de esa ruina y de la pesadilla que puebla todo el país.
Hay soluciones, decimos nosotros, pero sólo pueden nacer de abajo, de una propuesta radical que no espera a un consejo de sabios para legitimarse, sino que ya se vive, es decir, se lucha en varios rincones de nuestro país. Y que es, por tanto, no una propuesta unánime en su forma, en su modo, en su calendario, en su geografía. Es decir, es plural, incluyente, participativa. Nada que ver con las unanimidades que pretenden ser impuestas por azules, amarillos, rojos, verdes, rosas, y comparsas que los acompañan.
Pero nosotros reconocemos que podemos estar equivocados. Que puede ser, es un supositorio, que la destrucción perpetrada aún deje un margen de maniobra para rehacer desde arriba el tejido social.
Pero en lugar de alentar un debate serio y profundo, se nos pide que volvamos a callar y, otra vez, se nos impele de nuevo a apoyar a nuestros perseguidores, a quienes, por ejemplo, dan cobijo con sus palabras o su silencio a personas como Juan José Sabines Guerrero, quien desde el gobierno de Chiapas persigue y reprime a los que no se unen al falso coro de loas a sus mentiras hechas gobierno, a quien persigue a los defensores de los derechos humanos en la Costa y Altos de Chiapas y a los indígenas de San Sebastián Bachajón que se niegan a prostituir su tierra, a quien alienta la acción de grupos paramilitares en contra de las comunidades indígenas zapatistas.
Porque quienes realmente conocen lo que se está haciendo y deshaciendo en Chiapas y no temen, han renombrado el lema de Sabines y ahora lo llaman “Deshechos, no palabras”. Sabines Guerrero es lo que mejor representa a la putrefacta clase política mexicana: tiene el apoyo del PAN, del PRI, del PRD y del movimiento de AMLO; es generoso con los medios para que digan lo que conviene y callen lo que no le conviene; mantiene una apariencia que a nadie le parece importar que sea eso, una apariencia presta a hacerse añicos en cualquier momento; y gobierna como si del aplicado capataz de una hacienda porfirista se tratara.
Y todavía se nos exige “hacerle aportes críticos constructivos” a un movimiento dirigido y conducido para repetir la misma historia, con otros nombres, de opresión.
¿Cuándo van a entender que existen individuos, grupos, colectivos, organizaciones, movimientos, a quienes no nos interesa cambiar lo que está arriba ni renovar (es decir, reciclar) una clase política que no es más que un parásito?
Nosotros no queremos cambiar de tiranos, de dueños, de amos o de salvadores supremos, sino no tener ninguno.
Pero en fin, si algo hay que agradecer a lo ocurrido allá arriba, es que ha develado una vez más la pobreza teórica y la evidente debilidad estratégica de quienes se proponían y proponen mantener, relevar o reciclar a los de arriba para exorcizar la rebelión de los de abajo.
Creo sinceramente que una reflexión crítica profunda debiera tratar de apartar la mirada del hipnótico carrusel de la clase política y ver otras realidades.
¿Qué tienen qué perder? En todo caso, tendrán más argumentos para autoerigirse en “la única alternativa posible”. Después de todo, l@s otr@s son taaan pequeñ@s y (¡uff!) taaan radicales.
Aunque tal vez alcancen a ver…
Que el heroico esfuerzo de colectivos anarquistas y libertarios por sustraerse de la lógica del mercado capitalista es efecto y causa de un pensamiento radical. Y que el futuro tiene su apuesta principal en los pensamientos radicales. Así que bien harían en ver con respeto ese variopinto modo de tener identidad propia: los piercings, tatuajes, estoperoles, las greñas multicolores y demás parafernalia que tanto les repulsa.
O la lucha de organizaciones sociales de izquierda independiente, que optan por organizar choferes, mini-micro-nano comerciantes y colonas (lo que sea de cada quien, las hembras también ahí son mayoría), en lugar de organizar automovilistas, cámaras de comercio y asociaciones vecinales VIP, y que pueden dar cuenta de cambios importantes en sus condiciones de vida. Y no por la vía del asistencialismo electoral disfrazado de gestoría, sino por la organización del colectivo con proyectos inmediatos, mediatos y de largo plazo. Por algo es que se mantienen independientes y así resisten.
O la legendaria resistencia de los pueblos originarios. Si alguien sabe de dolor y lucha, son ellos.
O la digna rabia de las madres y padres de asesinad@s, desaparecid@s, pres@s. Porque bien harían en recordar que en este país no pasa nada… hasta que las mujeres deciden que pase.
O la indignación cotidiana de obrer@s, emplead@s, campesin@s, indígenas, joven@s frente al cinismo de los políticos sin distinción de color.
O la empecinada lucha de l@s trabajador@s del Sindicato Mexicano de Electricistas a pesar de, ellos sí, tener en contra una gigantesca campaña mediática, represión, cárcel y amenazas y hostigamientos.
O la persistente lucha por la libertad a l@s pres@s polític@s y la presentación con vida de los desaparecidos.
¿O no? ¿La democracia que quieren ellos no es sino una amnesia administrada a conveniencia? ¿Se escoge qué ver y así se elige qué olvidar?
III.- ¿EL INDIVIDUO CONTRA EL COLECTIVO?
En su misiva, Don Luis, toca usted el tema del individuo y del colectivo. Una añeja discusión de arriba los contrapone y ha usado eso para hacer la apología de un sistema, el capitalista, frente a las alternativas que surgen frente a él como resistencia.
El colectivo, se nos dice, borra la individualidad, la subyuga. Y entonces, en un salto teórico ramplón, se pasa a cantar alabanzas al sistema donde, se repite, cualquier individuo puede llegar a ser lo que sea, bueno o malo, porque existe la garantía de libertad.
Se me ocurre que esto de la “libertad” es algo sobre lo que habría que bordar más a fondo, pero tal vez sea en otra ocasión, por ahora volvamos al individuo… o individua, según el caso o cosa.
El sistema canta loas al individuo de arriba o al de abajo.
Al de arriba porque el resaltar su individualidad buena o mala, eficiente o deficiente, brillante u oscura, escamotea la responsabilidad de una forma de organización de la sociedad. Así tenemos que hay individuos gobernantes malos… o más malos (perdón, no encontré ninguno que me permitiera poner “o buenos”), individuos de poder económico ídem, etcétera.
Si el individuo de arriba es perverso, torpe, cruel y terco (lo sé, parece que estoy dando la media filiación de Felipe Calderón Hinojosa), entonces lo que se tiene que hacer es quitar a ese individuo malo y poner en su lugar a un individuo bueno. Y si no hay individuos buenos, pues entonces al menos malo (lo sé, parece que estoy repitiendo una consigna electoral de hace 5 años y pronta a reciclarse).
El sistema, es decir, la forma de organización social, queda intacto. O sujeto a las variaciones permisibles. Es decir, se pueden hacer algunos cambios, pero sin que cambie lo fundamental, a saber: hay unos pocos que están arriba, unos muchos que están abajo, y los que están arriba lo están a costa de los que están abajo.
Y al individuo de abajo se le aplaude y se le admira porque la rebeldía individual no es capaz de poner en serio peligro el funcionamiento de esa forma de organización social. O se le ridiculiza y ataca porque el individuo es vulnerable.
Permítaseme entonces una arbitrariedad retórica: digamos que los anhelos fundamentales de todo ser humano son: vida, libertad, verdad. Y que tal vez se puede hablar de una graduación: mejor vida, más libertad, mayor conocimiento.
¿Es posible que el individuo pueda alcanzar a plenitud estas aspiraciones y sus respectivas gradaciones en un colectivo? Nosotros creemos que sí. En todo caso, estamos seguros de que no puede alcanzarlas sin el colectivo.
“¿En dónde, con quién, contra qué?”. Éstas, decimos nosotros, son las preguntas cuya respuesta define el lugar del individuo y del colectivo en una sociedad, en un calendario y una geografía precisos.
Y no sólo. También definen la pertinencia de la reflexión crítica.
Antes dije que estas reflexiones colectivas no pretenden alcanzar la verdad general, pero sí tratan de alejarse de la mentira unánime que desde arriba se nos trata de imponer.
Y sólo unas palabras sobre esfuerzos que ahora parecen de individuos solitarios.
A quienes critican las distintas iniciativas que, aún dispersas, surgen del dolor social, habría que recordarles que, al juzgar y condenar a quien hace algo, están absolviendo a quien nada hace.
Porque acabar con la arbitrariedad, desorganizar la confusión, parar la guerra, son tareas colectivas.
IV.- LO QUE VA A PASAR.
El mundo como ahora lo conocemos será destruido. Desconcertados y maltrechos, nada podrán responder a sus cercanos cuando les pregunten “¿Por qué?”
Primero serán movilizaciones espontáneas, violentas y fugaces. Luego un reflujo que les permitirá respirar tranquilos (“¡uf! ya pasó, mi buen”). Pero después vendrán nuevos levantamientos, pero organizados porque participarán colectivos con identidad.
Entonces verán que los puentes que destruyeron, creyendo que habían sido erigidos para ayudar a los bárbaros, no sólo serán imposibles de reconstruir, también se darán cuenta de que esos puentes eran para ser ayudados.
Y dirán ell@s que vendrá una época de oscurantismo, pero no será sino simple rencor porque la luz que pretendían detentar y administrar no servirá absolutamente para nada a esos colectivos que se hicieron de su propia luz, y con ella y en ella andan y andarán.
El mundo ya no será el mismo mundo. Ni siquiera será mejor. Pero se habrá dado una nueva oportunidad de ser el lugar donde la paz sea posible de construir con trabajo y dignidad, y no un continuo ir contra corriente en medio de una pesadilla sin fin.
Entonces, puesto que poesía, en una pinta sobre un muro derruido se leerán estas palabras de Bertold Brecht:
Vale Don Luis. Salud y que la inmovilidad no triunfe de nuevo.
Subcomandante Insurgente Marcos.
México, Abril del 2011.
P.D.- Ya para terminar esta misiva, otra vez la muerte llegó con su imprevisto paso a un camino compañero. Felipe Toussaint Loera, un cristiano de esos que creen en la necesidad de la justicia terrenal, se fue una tarde de este caluroso abril. De Felipe y de otr@s como él son de quienes hablábamos en textos recientes. Él fue y es parte de esa generación de hombres y mujeres que han estado del lado de los indígenas cuando no estaban aún de moda y también cuando dejaron de estarlo. Lo recuerdo en una de las reuniones preparatorias de La Otra Campaña, en el 2005, ratificando su empeño en inscribir su historia individual en la historia de un colectivo renaciendo una y otra vez. Saludemos su vida, porque en ella, a las preguntas “¿dónde?, ¿con quién?, ¿contra qué?” Felipe se respondió: “abajo, con los indígenas que luchan, contra el sistema que los explota, los despoja, los reprime y los desprecia”. Todas las muertes de abajo duelen, pero hay unas que duelen más cerca. La de Felipe es como si algo muy nuestro nos faltara.